martes, 19 de octubre de 2010

FANTASIA DE LOS HIJOS DEL IDIOTA

DIARIO DEL GALLO No 55
21 AGOSTO 2010
EL MUNDO DEL IDIOTA
´La persona que se entrega al consumo abandona su espíritu y regala su consciencia social´

Reconocible hombre de sociedad, de cuello blanco y corbata, era este idiota.  Nacido en el país de las  maravillas científicas pero de  naturaleza confusa y distorsionada.  El idiota estaba tan poseído que pasó la barrera de lo comprensible, tolerable y humano.
El idiota tuvo su éxito en los negocios cuando compró una red de internet.  Pero el paso firme en las finanzas lo dio en el año 2000 con el primer banco de su propiedad en Ginebra.  El lavado de dinero  fluía de sucursales en cada capital.  Más aún cuando penetró en el mercado el sistema virtual de prenderías y casas de préstamo.
Después se asoció con multinacionales de seguros.  Pasó de negociante a empresario.  El idiota.
Involucrado con el medio ambiente, cultivó 1'500.000 hectáreas en las periferia de 180 países, un plan a 30 años enfocado en la venta de oxigeno.
Metió mano en la farmacéutica y manipulación transgénica donde vaticinaba rentabilidad.  Así fue como produjo millones de  fármacos con etiqueta genérica que vendía a precio de huevo: de modo que los hogares llenaron sus fruteros con frascos de pastillas y multivitaminas.
El vigor lo invertía soñando comerciar.  Por eso propagó la teoría del Consumo Masal, para secundar, según él, la mente angustiada de los frágiles del universo.
Se rodeó de asesores comerciales porque ideó invadir el consumo de cada ciudad que visitaba con productos de su dominio.  Su objetivo era adueñarse de la materia prima, fabricar artículos de gasto rápido y distribuirlos a nivel global.
Nada que tocaba las manos de este noble mago quedaba igual.  Era un osado y audaz.
Coleccionaba pinturas y demás obras de arte que los museos no conocían.  Filosofaba del don de la vida y como estudió politicología, dominaba la falsedad de verbo y palabra, además que sabía de  memoria la treta y la trampa internacional.
Así fue como este bufón del fraude y la complicidad introdujo sus negocios como el pan.
Capturó la producción anual de café brasileño.  En Chile exportaba cobre, en el Perú compró yacimientos de oro que fundía en lingotes de a 20 kilos, en Colombia extraía carbón de las minas que le vendió un gobernador de la Guajira.
En Argentina por medio de manipulación genética engendró una raza de ganado que subastaba como biológico en supermercados desde Nueva Zelanda hasta Manhattan, desde Alaska a la Patagonia y de Rusia hasta Japón.
En Venezuela refinaba millones de barriles de petróleo crudo a la semana que embodegaba en tanques a las afueras de capitales como Frankfurt y Ámsterdam.
A veces actuaba de manera menos lícita.
Mientras explotaba diamantes en Angola en la China daba rienda suelta a su pensamiento frenético, acomodando allí la sistematización y  tecnología a su máximo placer: fabricó satélites y elaboró alimentos plásticos que el mundo entero desvivía por adquirir.  Allí ensambló autos que luego facturaba a franceses e italianos. El idiota.
A la China la convirtió en el paraíso de suicidio terrenal.  El mugre y el desperdicio plástico salían de sus fábricas chinas.  Así fue que sin sospechar las casas fueron llenándose de lavadoras, televisores, equipos de sonido, magnetrones, ollas, asientos, muebles, loza, ropa.  Los  negocios, según él, son de sangre fría y no se necesita corazón. 
Fue dueño empresas de militares, negociaba con misiles, submarinos, buques y plutonio que traía de la Unión Soviética y vendía a taiwaneses, árabes y pakistaníes.  A los turcos compró fletes enteros de opio y acaparó la venta en barrios de Los Ángeles y Nueva York.
Suiza y Panamá fueron el nido donde amasaba fortuna y cáncer del planeta.
La abundancia enaltecía su idiotez a la vez que su abundante arrogancia hundía el género humano.   
Pero no dormía por leer estados financieros y pronósticos de sus acciones.  Por mucho tiempo el idiota no despegó ojo de la internet.  El idiota convertido en lisiado de su propia expedición.
Y entonces, se preguntan muchos, por qué le decían idiota si era tan vivo para capitalizar?
Lo de idiota llegó 50 años después.  Estábamos en el 2050.  Ya no había nada que hacer.
Cuando la gente descubrió que acaparando el mundo, este idiota consumió animales, historia y aniquiló el medio ambiente. 
Los seres del planeta, (hijitos de  idiota´, en otras palabras digo yo),  nunca tuvieron sentido para él.         





Como afirmó  el filósofo Alemán Arturo Schopenhauer 1788-1860: somos un querer que no se puede detener ni  satisfacer.  Somos un mundo sin sentido ni valor,  el peor de los mundos posible.


Oscar Darío Velásquez Lugo 
21-08-2010
Amsterdam

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