DIARIO DEL GALLO
SÁBADO 14-04-2018
FÁBULA
CAMILO EL
COCODRILO
Esta fábula escrita fue 02-12-2006 pero hoy la paso a limpio
Como en toda fábula, erase una vez, un cocodrilito muy majo y agraciado que vivía
en la selva de la amazónica. Vivía en un
sitio lejano y por suerte de difícil
acceso a los humanos. Una zona temida ya
que el verdor predominante de la floresta hacia que las áreas fueran muy parecidas
y cualquiera podía perderse en la maleza
y con el tiempo hasta ser devorado ella.
Camilo era un cocodrilo inquieto y paseador.
Esto lo llevó a conocer y descubrir vertientes y ríos que terminaban desembocando en el río
amazonas.
Nuestro amigo el cocodrilito tenía tan solo un año y
medio de nacido en el momento que aconteció esta historia por lo que se entiende
que era un joven osado y enérgico.
Un día, como era costumbre, salió a darse un paseo por los alrededores. Y como era además arrojado y mostralon, quiso
mostrar a los demás animales sus dotes
de buen nadador para lo cual se lanzó desde la cima de un barranco y dio 2 volteretas en el aire tal y como lo
hacen los mejores clavadistas del mundo.
Camilito además era dotado de unos inmensos pulmones que
le ayudaban a desaparecer bajo del agua ratos largos. Tanto, que a veces sus amigos impresionados
le contabilizaban y después que el reloj marcaba 1 hora, volvía a salir a flote. Nuestro héroe, podemos decir, era un nadador de talla olímpica.
El caso de este día es que después de haber mostrado sus
habilidades, bajó sin rumbo dejándose llevar un rato largo por la corriente del
río. Y cuando se acercó a la orilla encontró
el rastro de muchas pisadas y las siguió casi que sin pensar lo que estaba hacienda. Camilo caminó y caminó siguiendo el
rumbo. Por tierra nunca había deambulado
tanto.
De repente se encontró frente a un cacerío indígena. Estaban celebrando. Cuanto más cerca más escuchaba
el griterío que se confundía con la melodía de una Sonora ocarina. Se emocionó tanto que olvidó el tema del
regreso.
Sin embargo, cuando hicieron ruido los tambores salió
espantado. Lo malo es que quizo devolverse
por el mismo camino, se sintió extraviado.
Un fuerte aguacero que caía lo hizo perder el rastros. Después de un rato buscó en desaparición la
entrada al río que allí le había traído.
Así fue como en su afán metió una pata en de las trampas que había
puesto un grupo de cazadores que recolectaban pieles exóticas y que luego
subastaban para fabricar bolsos, correas y zapatos.
A Camilito le sangraba su patita prensada. Quiso echar
a correr del susto, pero su intento fue en vano.
Grrrnnn, knfffffrrr, emitió chillidos del dolor. La
mandíbula que le apretaba era la de un hierro con chuzos. Camilito no entendía lo que estaba
aconteciendo pero seguía tirando sin darse por vencido. Camilito chillaba y hacía toda clase de
gemidos ilusionado que viniera su madre a rescatarlo.
Pasaron 2 días y Camilito ya estaba exhausto. Al
tercer día escuchó voces que gritaron
-Bingo. Bingo Vengan, acá tenemos otro cocodrilo atrapado.
Y como son las cosas de la vida, un año después, en
una de las tienda de moda del famoso
mercadillo del Albert Kuip, colgaban varios cinturones hechos de la piel de nuestro
amigo. 75 Euros c/u, piel de cocodrilo del Amazonas, se leía en el
aviso.
Moraleja: en
pleno siglo XXI, con permisos para vender y licencias del estado, el hombre
sigue exterminando la fauna del planeta. En la testa del hombre usurpador nunca hay respeto
por el bien ajeno. Como sigan la falta
de consciencia, quedará el hombre solitario, buscando entretención en museos y zoológicos donde atesora los esqueletos del
mundo que él mismo ha exterminado.
14-04-2018
Amsterdam
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